martes, 20 de octubre de 2015

Palestina, la espada, el puñal y la daga

La sangre mana a borbotones en esa tierra santa y no hay nada ni nadie que pueda detener esta espiral de violencia
¿Estamos entrando en una tercera intifada? Lo hechos sangrientos de las últimas semanas así lo confirman. Desde luego que la guerra de baja intensidad con la que el sionismo somete al pueblo palestino ha sido el detonante de la sublevación popular.
Una violencia que surge como una respuesta lógica de un pueblo que ejerce su legítimo derecho a la resistencia. Demasiados años de aguantar el bloqueo y represión, demasiadas masacres y bombardeos, demasiados abusos e inconcebibles humillaciones.
Palestina ha sido devorada lentamente por la codicia del invasor sionista. De nada han valido las conversaciones de paz o la intervención de los mediadores internacionales para detener la colonización ni la construcción de los asentamientos. Lo único que se ha conseguido es que la potencia ocupante se fortalezca y que la agonía del pueblo palestino sea aún más dramática.
Los hechos consumados son los que prevalecen: ese muro infame que los mantienen encerrados en una jaula, los controles de seguridad, las garitas, los perros guardianes. La impotencia y el desconsuelo los ha llevado a convertirse en mártires.
La sangre mana a borbotones en esa tierra santa y no hay nada ni nadie que pueda detener la espiral de violencia. Porque la ley del Talión es la que prevalece.
Palestina ocupada a largo de décadas con cientos miles de muertos, heridos, torturados, presos, exiliados a cuestas. Entonces no importa nada el desenfundar el puñal el cuchillo o la daga con tal de mitigar la sed de odio y venganza.
El sionismo ultra ortodoxo aplica una política de exterminio, de limpieza étnica como quien fumiga una plaga de cucarachas. ¿A alguien le extraña que estalle una nueva intifada? Es algo casi comprensible si analizamos la historia de despojo y aniquilación del pueblo palestino.
Después de la "intifada de las piedras" en 1987, de la "intifada de al Aqsa" en el año 2000, la última fase se llama la "intifada de los cuchillos" en el 2015.
Cómo presionar al ocupante israelí en esta guerra desigual cuando no existe futuro ni esperanzas. Desde luego que es preferible inmolarse por amor a la madre tierra palestina, patria usurpada. Cualquier sacrificio es poco.
La espiral de violencia se va eternizar hasta que no se haga justicia. Ya pasen 10, 20, 50 o 100 años, no van a rendirse. Al pueblo palestino no le gusta al muerte, ni la guerra ni el emplear la violencia, han sido obligados a ejercerla. Empujados a ir en contra de su propia naturaleza, una vez más se agotó la paciencia.
Los cementerios ya no dan abasto, los niños, los jóvenes amortajados, una y otra vez se repiten las mismas imágenes. La libertad tiene un precio, un alto precio que hay que pagar en una lucha desigual: piedra contra ametralladoras, cócteles molotov contra tanques, cuchillos contra misiles.
"Estoy orgulloso" decía el padre de Ahmad Jamal Salah en el entierro de su hijo de 20 años celebrado este pasado sábado en el campo de refugiados de Shufat. "Ha luchado hasta el último suspiro por su pueblo. ¡Viva Palestina libre!", exaltó.
Escrito por: Carlos de Urabá
Publicado por: Web Islam

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